Los profesionales de la salud
mental luchamos para que La Ley
de Dependencia fuera una oportunidad para dar respuesta las necesidades
sociales de las personas con trastorno mental grave (TMG). En cuanto se puso en
práctica, pudimos observar que las peculiaridades del colectivo, en comparación
con otro tipo de dependencias, podían ir en su contra y, que personas que
deberían estar cubiertas por la ley, eran excluidas, debido a la dificultad de
la evaluación, como por ejemplo:
- La repercusión funcional suele ser inestable, depende de circunstancias externas.
- Los síntomas negativos: apatía, falta de interés, déficits cognitivos… son, a menudo, menos aparentes y difícil de valorar, siendo que son grandes fuentes de discapacidad y dependencia.
- La falta de conciencia de enfermedad de muchas personas con TMG.
- La dificultad de desempeñar roles en el entorno social
- Aunque puedas, funcionalmente, realizar una tarea es necesaria una motivación, una autoestima, un entorno facilitador… aspectos que un diagnóstico de TMG pueden dificultar.
- La misma patología en diferentes individuos pueden dar lugar a grados diferentes de dependencia en función de multitud de variables. Cada caso es diferente.